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Vigo, 26 a 28 de Junio

Organizaciones y personas en evolución

Una iniciativa de:

 

“Organizaciones y personas en evolución” es una llamada a lo que hay de permanente en el ámbito de la gestión. En un contexto político-económico donde la única certeza es la recurrente obsolescencia de lo que creíamos saber, la conexión evolutiva de instituciones, empresas y personas refleja la vigencia de un reto ancestral: aquel que busca superar la brecha adaptativa entre las exigencias de un medio que nosotros mismos cambiamos, y el de una mente adaptada a un entorno muy diferente del actual.

Puede decirse, en realidad, que somos víctimas de nuestro propio éxito evolutivo. Nuestra especialización cognitiva, que nos ha permitido dominar la naturaleza, ha generado también nuevos entornos organizativos e institucionales con los que nuestros recursos mentales colisionan a menudo. Podemos mentir, engañar o traicionar para promover nuestros intereses a largo plazo. Caemos incluso en el autoengaño porque creernos nuestras propias mentiras resulta a menudo adaptativo. Por la misma razón, sin embargo, la cooperación y la generosidad están también instaladas en nuestras mentes. La amabilidad, la solidaridad o la empatía no prosperaron por un cálculo racional, sino porque esos sentimientos nos hacen más valiosos para los demás. Desde este punto de vista, tomamos decisiones en nuestros intercambios económicos y sociales que a menudo nos llevan a adoptar comportamientos contradictorios e incoherentes.

De hecho, si las ciencias cognitivas están influyendo tanto en ámbitos diversos del management como las finanzas, el comportamiento del consumidor, el diseño de estrategias o la gestión de los recursos humanos, es porque quizá nuestra mente dual es el leitmotiv del cambio institucional y empresarial. Al fin y al cabo, instituciones y empresas actúan como mecanismos de enforcement en grupos sociales y económicos caracterizados por la lucha permanente con nosotros mismos; una lucha que nos mueve instintivamente entre el egoísmo y el altruismo, la confianza y la sospecha, la lógica y la irracionalidad, la disciplina y la indolencia. El diseño institucional y organizativo representa, pues, cierta estabilidad para nuestras creencias, satisfacción para nuestras motivaciones, y desde luego la posibilidad de una mayor eficacia en nuestros esfuerzos cooperativos.

La perspectiva evolutiva de las organizaciones y las personas debe estimular además la reflexión sobre nuestro rol como investigadores y docentes en gestión de empresas. Si la racionalidad instintiva es el estado por defecto de las personas, no resulta trivial preguntarnos en qué ámbitos encuentran mayor aplicación los análisis y recomendaciones inspirados por metodologías científicas, y en qué otros ámbitos tiene mayor alcance para estudiantes y directivos lo que podríamos llamar “literatura de aeropuerto”. Lo que estaría en juego sería el valor del conocimiento científico y su importancia relativa en relación a la mera sabiduría convencional. Debemos preguntarnos si el éxito de nuestra disciplina científica en el ámbito normativo tiene más que ver con la capacidad de adaptación a entornos de selección cambiantes que con el rigor científico de nuestras aproximaciones y recomendaciones. La eficacia normativa de nuestras recomendaciones gerenciales o de políticas públicas requiere de adaptación evolutiva, pero puede que la verdad científica en ciencias sociales no sea siempre sinónimo de capacidad de adaptación. Si esto fuese cierto, el hecho de que las teorías de gestión que enseñamos sean o no científicas podría ser irrelevante a la hora de formar futuros directivos.

Las contradicciones a las que nos enfrentamos en este marco son, en todo caso, numerosas y de muy diverso calado. Y aunque cualquier ciudad podría convertirse en un buen reflejo de ellas, Vigo es desde luego uno de sus mejores exponentes. Acostumbrada a otear la inmensidad del mar con melancolía pero con una sociedad civil enérgica que le permite reinventarse periódicamente, sus instituciones y empresas han evolucionado en los últimos treinta y cinco años para adaptarse a una economía interconectada en la que los procesos de generación y difusión de nuevo conocimiento son la clave del crecimiento. Algunos de los cambios son planificados, otros son fruto del puro azar, y un tercer grupo nace de un aparente desorden que, sin embargo, se rige por las pautas de los sistemas emergentes, con reglas sencillas y sin una dirección centralizada. Como sucede en muchas otras ciudades industriales, las mutaciones que se están produciendo buscan consolidar la transición desde un centro geográfico de producción material de bienes a un centro de generación de conocimiento para la innovación. Si bien el éxito adaptativo de estas mutaciones está por ver, desde luego los procesos de aprendizaje se producen en unas condiciones que hacen de esta ciudad un lugar adecuado para retirar todos los papeles de la mesa, resetear nuestros paradigmas, y volver a pensar en el cómo y el porqué del cambio institucional y empresarial.